Leer entre compañeros. Leer acompañada. Buscar palabras en el diccionario. Armarse el propio. Tener la sensación de no entender nada de lo que se está diciendo. Balbucear palabras, que ya sabíamos, que se conectan con algo de lo que estamos hechxs. Palabras como sonidos en el agua, como cuerpos vibrátiles que resuenan en alguna parte del alma. (Texto de apertura al 4to Encuentro del Taller de Pensamiento Crítico)

La poesía como pulso viviente

Marianela Saavedra nos recibió el 3 de Junio en su librería “Donde viven los monstruos”, y entre los libros de autorxs disidentes, locales, múltiples, el juego de voces ya se estaba tejiendo sin principio, navegando entre sus inicios como escritora y sus recuerdos de la vida en el río.
Nació en Gualeguay, Entre Ríos, en el seno de una familia de pescadores.

El debate nos encontró preguntándonos cómo creció una poetisa cerca del río, cómo llegó la poesía a su vida. Buceando en la memoria, Marianela nos confesó que siempre estuvo conflictuada por no entender cómo alguien como ella, siendo del lugar que era, podía ser familiar al pensamiento crítico, a la literatura. No había literatura escrita en su hogar, nunca había leído a los grandes escritores, nunca tomó clases de escritura, de la biblioteca de su escuela no podía llevarse libros porque “las personas negras del barrio del que ella era” no los cuidaban.

Y aún así, era inevitable escribir. Hoy encuentra en ese “no entender” una visión colonialista de la literatura. “La poesía, pensaba, es lo que está avalado”. Desentramando esta mirada, recuerda a su papá recitando poesía gauchesca, a su mamá inventando historias con las manchas de humedad de la pared, y las canciones de los pescadores urdiendo los mallones para pescar, con una melodía que todavía puede reproducir. Con nuevos ojos, todo aquello se redescubre poético, y Marianela nos cuenta que hoy siente la poesía como una manifestación natural, un pulso viviente.

La noción colonialista de los “Grandes escritores” y la excepcionalidad de ciertos talentos destacados trajo al diálogo la lectura que Le Guin hace sobre los relatos del “Héroe” en la cultura occidental1, y la apertura a nuevos relatos, a una nueva mirada sobre el origen de las historias y las voces poéticas. Marianela nos comentó que, desentramando esta mirada colonial, se encontró viendo a niñes de 4 años contando historias, aún sin escribir. “Todes les niñes cuentan historias, cantan, bailan, actúan. Es innata la creación de historias. Después, durante la educación formal, se empiezan a asignar identidades: ‘vos vas a jugar al fútbol, vos vas a hacer esto otro’, y aparece esta idea de que solo los mejores llegan. Y “quiénes llegan” está intervenido por narrativas corporales, narrativas sociales, que determinan qué personas llegan a ser reconocidas como artistas”.

Reaccionaria: de la unión entre la acción y el pensamiento.

Como observadora de lo poético en el murmullo de los pescadores y las fábulas de las niñeces, Marianela acuerpa la poesía como un pulso vital, como una forma de dar voz a la propia existencia. Así sucede en su primer libro de poemas Reaccionaria, editado de forma autogestiva. Hay en su poética una persistencia de lo social. Por momentos, una poética de batalla que busca nombrar lo que sucede en el entorno desde el horror. En el libro son nombrados femicidios, casos de gatillo fácil. Estos sucesos están muy presentes. Pensando en la llegada a su vida de la poesía como forma de nombrar la injusticia y los movimientos sociales, Marianela nos llevó al día en que le dijeron que era pobre:

“Yo no sabía lo que era ser pobre. Para mi andar en canoa y comer carpinchos y nutrias y vivir en un rancho, estar en el delta y esperar a que llegara la lancha con la galleta era la vida. Cuando fui a la escuela sin mochila, con los útiles en la bolsa de nylon, me dijeron que era pobre por no tener mochila y cartuchera, y eso se convirtió en un peso absoluto. Me decían que ser niñe era mirar la televisión, y a mi no me interesaba mirar la tele, miraba hormigas, las nubes, el sauce. Si andaba en patas y no tenía ojotas, zapatillas y zapatos, era pobre. La pobreza fue un concepto para instalar la escasez en un lugar en el que yo no sentía escasez.”

Marianela asume que, lejos de romantizar la pobreza, lo que problematiza es la narrativa de la pobreza que la instala en la escasez y el sufrimiento. “Si es pobre, ya está”. Esa definición negaba su historia, sus saberes que eran muy valiosos, como la relación con los animales, con la naturaleza. “A partir de eso, no podía ser quien yo era, sino lo que debía ser porque era pobre”.

El día en que le explicaron lo que era la pobreza, Marianela entendió que hay una línea inexistente que no le permitía estar del otro lado. Frente a esa línea, siempre se posicionó: “¿Por qué no puedo ser abanderada, llevarme libros, hacer poesía?” Ahí se trazaban los límites imaginarios acerca de los territorios que pueden ocupar las personas pobres y los territorios que no pueden habitar. Transgrediendo las líneas divisorias, Marianela nos comentó que se encontró con múltiples violencias, entre ellas, violencia de género física y emocional. La poesía se convirtió en una forma de dar respuesta, de nombrar y accionar. En ese gesto, encontró que todo podía ser enunciado a través de un poema, todo. La poesía se abrió como una respuesta a lo que generaba dolor de la realidad, una forma de responder sin exponer su cuerpo a la violencia, yendo a protestas, más bien responder haciendo arte.

“Yo quiero hacer poesía política, entendiendo política como cualquier cosa que al producirse, genera cosas. Cuando digo que soy gorda, entiendo que es una construcción colectiva, que no soy solo yo. Hablando con un poeta amigue, Paulx Gialdrioni, entendí que hay una instancia interna en la producción artística que es la intimidad, y una vez que sale es un acto político.”

Pensando en la poesía como un diálogo entre estas dos partes, entre lo íntimo y lo abiertamente político, hay algo que se introyecta y algo que se devuelve. En el feminismo, hay injusticias que se acontecen afuera y se vuelcan en la escritura, que a la vez tiene una resonancia política. Marianela menciona que cuando escribe, no es solo en su nombre, es por sus ancestras, sus contemporáneas. Cuando escribe sobre lo que le pasa, hay un montón de personas que hablan. Cuanta más conciencia de lo colectivo tiene su voz, más se potencia su escritura, más abarcativa es.

Con Reaccionaria en mano, y después de leer un poema del libro, Marianela nos adentra en las vivencias que lo gestaron: nos cuenta que caminando un día de la mano con su hijo, él le dijo “Mamá, yo soy como vos, vos sos reaccionaria, reaccionas y hace cosas, te juntas con otras personas que también hacen cosas, y reaccionan y hacen cosas juntes.” Confesando que las ocurrencias y la sabiduría de las infancias abonan su poesía constantemente, prefirió la definición de su hijo sobre lo que significaba ser reaccionaria a la de los diccionarios: reaccionar como una unión entre la acción y el pensamiento.

Poesía Gorda y feminismo

Otro de sus libros, Poesía Gorda, llegó al diálogo. Actualmente, Marianela escribe la reedición de esta obra. En sus palabras, Poesía Gorda habla del desborde de las carnes, de los cuerpos que no encajan en la narrativa capitalista de lo que es ser bellx y saludable. Hablar de ser gordx como una forma de plantarse en el mundo, comprender el entramado social de lo que eso significa. Encontrando y reconociendo un adjetivo que es parte de su identidad, pudo crear una narrativa para esa existencia. Marianela advierte que su “ser” madre, docente, poeta, están intervenidos por su presencia corporal. Decide empoderarse desde ahí y crear una narrativa: el arte de ser gorda, de la desobediencia a lo que ciñe las corporalidades.

Reflexionando sobre su trayectoria como poeta, nos cuenta que Poesía Gorda es un libro que marcó una instancia en su ser poético porque empezó a ir a lugares a leer y sintió que la voz no le alcanzaba para decir lo que la poesía gorda estaba expresando. Así fue que empezó a desvestirse y escribir mensajes en su cuerpo mientras recitaba, involucrando su corporalidad como parte del gesto poético. La poesía era más que la palabra: decir algo con la palabra y con el cuerpo.

En este sentido, su voz acuerpa vivencias violentas, apertura una narrativa que transforma la experiencia de la pobreza y de la gordura como lugares escasos o excesivos. En el camino de empoderamiento, nos cuenta que el feminismo llegó para salvarle la vida, como a muchas otras compañeras. Después de sufrir violencia de género, cuenta que fueron sus amigas feministas quienes le dijeron que podía ser escritora, re-armándola cuando había un montón de partes disgregadas, rotas por el patriarcado. Hoy, en sus palabras, el feminismo es una filosofía de vida, no puede vivir por fuera; entiende que su forma de maternar, de ser docente, de escribir, sus múltiples formas de ser en el mundo son intervenidas por su ser feminista.

Militante de la Educación Sexual Integral, considera que no puede no estar en nuestro cotidiano, y que el feminismo constituye una herramienta para crear un mundo más justo, no solo para las mujeres, si no para la sociedad en su totalidad.

La vida es un viaje

Después de vivir once años en Ushuaia (ciudad a la que llega escapando de su violentador), y de entrar en contacto con el movimiento feminista, Marianela nos contó que emprendió un viaje extenso por Sudamérica. Vivió un tiempo en Brasil, y al regresar a Argentina, se puso de acuerdo con sus hijos con los dedos sobre el mapa, y así fue que llegó a instalarse en Paraje Entre Ríos, un punto medio entre El Bolsón y Lago Puelo, provincia de Chubut. Desde 2022 tiene abierta una librería con literatura local, disidente y alternativa, “Donde viven los Monstruos”, donde tiene lugar el cuarto encuentro del Foro de Pensamiento Crítico un 3 de junio, día de Ni Una Menos.

Emergentes de una conversación poética

El diálogo se enriqueció con intervenciones de varies participantes, que trajeron al debate algunas reflexiones sobre los parámetros establecidos de lo que implica la pobreza y la riqueza. ¿Es lo mismo la pobreza según los índices del FMI que bajo una mirada multiespecies, considerando un ecosistema dañado y un consumo desmedido? Reflexionando también sobre los cánones culturales que definen a los cuerpos como gordos o delgados, ¿Realmente para cuántas personas resulta accesible la delgadez promovida por los medios de comunicación y las redes sociales? ¿Qué narrativas se inscriben sobre los cuerpos que no encajan, que quedan por fuera de lo promovido?

Concluyendo el encuentro, y en el marco del día de Ni Una Menos, nos acompañaron las poetas Nadia Crantosqui, Mercedes Botta y Mariana Ávalos con intervenciones, recitando sus poemas. Agradeciendo la presencia de todes, y en un estado de conmoción compartida, concluimos el encuentro con la sensación de haber habitado un refugio.