Escribe: Graciela Ramirez
Fotos: Hugo Tempesta

Según dicen los que saben, nuestros originarios conocieron la globalización y el capitalismo el día que el gringo llegó a América y se jactó de haber descubierto lo que ya existía. Esa fue la fakenews fundacional, que después reforzaron con el diseño de los mapas, las creencias religiosas, su lengua. Y lo que no se aprendía a través de la música o las misas se enseñaba con la espada.

La única diversidad que reconocieron fue la que aplicaron en las ejecuciones de nuestros hermanos. Degollados/as, empalados/as, violados/as, descuartizados/as o arrastrados/as por caballos.

Empujaron al destierro a comunidades enteras, que en su forzado éxodo lloraron nuevas pérdidas. Unas tras otras se fueron sumando las muertes a un genocidio que nunca fue juzgado. Como tampoco fue juzgada la traición de los cipayos y las malinches.

Los verdugos aplicaron la peor de las torturas, obligando a los condenados/as a ver morir a sus familias en la plaza pública, para después asesinarlos/as. Luego, la simiente inmunda de los chacales contaminó los cuerpos que parieron otras inmundicias a través de los tiempos, replicando ese horror por toda nuestra América.

Se erigieron en dioses y designaron a los despojados como inhumanos, sin alma. Los expusieron como animales en sus cortes. Le prohibieron su lengua, su cultura, sus costumbres. Y le robaron a la Pacha sus metales para engordar las arcas de sus reyes. A los que no ejecutaron los mataron de frío, de hambre y cuando no pudieron soportar más tanto dolor, invadidos por la locura, los confinaron en una isla lejana donde vagaron sin rumbo hasta el fin de sus días.

Después fueron Barbarie, atrasados, vagos, incapaces. Los nuevos usurpadores con sus métodos sofisticados y la complicidad del poder de turno, los arrinconaron en los confines sin recursos para el sustento. Soportaron a gringos; expedicionarios de campañas civilizatorias; empresarios extranjeros y gobernantes cómplices. Pero el resultado siempre fue el mismo: despojo, miseria y muerte.

Hasta el día de hoy esperan en silencio; hasta el día de hoy cuidan la Pacha, y cuando reclaman por la propiedad comunitaria, la justicia no entiende porque el derecho que también vino de Europa, sólo habla de “sujeto”.

Nos enseñan que somos con la naturaleza y no sobre la naturaleza como nos impusieron. Preservan las semillas y pelean por la soberanía alimentaria. Mantienen sus métodos de sanación frente a la medicina de mercancías.

En las escuelas susurran su lengua originaria, por miedo al castigo de un sistema que a pesar de leyes que hablan de pluriculturalidad, los estigmatiza tratándolos de atrasados o brutos. El mismo sistema que año tras año para reforzar la colonización, enseña el “Descubrimiento de América” y repite hasta convencernos de que los únicos antepasados que tenemos son los que bajaron de los barcos.

Más de 5.000.000 de vidas; 528 años de injusticia y desigualdad impuesta por el capitalismo, demuestran que nunca hubo respeto a la diversidad en nuestra tierra. No fue un descubrimiento, ya existíamos. No fue civilizatorio fue barbárico, delictuoso y asesino. Y las únicas que bajaron de los barcos fueron la codicia y la rapiña.
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*Graciela Ramirez. Avellanedense de 65 años. Docente jubilada y analista de sistema nivel terciario. Estudiante de periodismo de la UNDAV. Militante política. Fue delegada gremial en AMET. Actualmente se encuentra realizando investigaciones y publicaciones para el Foro de Pensamiento Crítico y otros espacios de reflexión y acción.